Gregorio XII, moneda de la época.
La fijación del 1 de enero como inicio del año
Fue hasta el 153 a.C. cuando se cambió el inicio del año, del 1 de marzo al 1 de enero, fecha ésta última en la que eran nombrados anualmente los cónsules romanos. En enero también los romanos veneraban a Jano, hijo de Saturno, el dios del tiempo. Jano tenía dos rostros: una cara miraba hacia el pasado y otra hacia el futuro. En el mes de enero los romanos realizaban las fiestas saturnales para celebrar el inicio del año y de los tiempos.
La Reforma juliana.
Por aquellas épocas el calendario tenía 12 meses como hoy los conocemos, solo que febrero contaba con 30 días al igual que julio y agosto llamados antiguamente quintilis y sextilis.
En el 47 a.C.[1] el emperador y “pontífice máximo” Julio César, por sugerencia de Sosígenes, sabio astrónomo greco-egipcio, aumentó un “año” de 445 días a la secuencia natural.
¿Por qué razón Sosígenes aconsejó así al emperador romano? Mi explicación es la siguiente. En principio, Sosígenes agregó 365 días como resultado de haberse concretado un ciclo sótico, de 1460 años, con el fin de llegar al año de tipo juliano, de 365.25 días, que no es el valor del año real o trópico.
Al siguiente periodo de 365 años, también de 365 días cada uno, se debía añadir 80 días más para completar el cómputo del año trópico. Si la reforma se realizó el 40 a.C., para el 325 d.C. se habían concretado los primeros 365 años, y a esta cantidad se debía aumentar al menos 91 días, en el esquema del ciclo sótico. Sin embargo, para llegar al cómputo del año trópico debían anularse once días. De tal manera que se restaron once días a los 91, y quedaron 80, que sumados a los 365, dio un total de 445 días.
Se puede decir, en términos coloquiales, que Sosígenes “mató dos pájaros de un solo tiro”, ya que, por un lado, al agregar 445 días sellaba el fin de un periodo sótico, de 1461 años, de 365 días cada uno; y, por otro, se anticipaba al cómputo del año trópico, añadiendo 80 días, y no 91, al primer periodo de 365 años, contados a partir de la puesta en marcha de la Reforma juliana, en el 40 a.C. hasta el año 325 d.C., en que se celebraría el Concilio de Nicea.
En mi opinión, aquellos ochenta días no se agregaron de golpe al final del mes de febrero, sino que fueron dosificándose a la manera juliana, a partir del comienzo de la era cristiana. Esto quiere decir que los años que van del 47 a.C. hasta el inicio de la era cristiana no tuvieron bisiesto, o sea fueron años de 365 días cada uno. Según registra la historia, el bisiesto se aplicó como una novedad durante el inicio de la era cristiana, lo que explicaría la causa por la que en el Concilio de Nicea se cambió la fecha del equinoccio de primavera del 25 de marzo al 21 de marzo.
En conclusión, la Reforma juliana consistió básicamente en dos cosas: una que tenía que ver con armonizar el ciclo sótico, de origen egipcio, y otra que consistió en arreglar el año a un esquema solar que se acercara al cómputo del año real o trópico. A fin de cumplir la primera parte se agregó al calendario 445 días y se pasó al esquema novedoso de añadir un día cada cuatro años para hacer del año un periodo de 365.25 días, y no de 365 días a la manera griega y egipcia.
Según algunas fuentes bibliográficas recientes, en esa época fue muy difícil establecer esta reforma, por eso es que el pueblo llamó al momento en que se dio esta cambio como “el año de la confusión”.
La reforma de Octavio Cesar Augusto
En los alrededores del año 8 d.C. el emperador César Augusto, sobrino de Julio César, restableció, casi cincuenta años después, el calendario de su tío. Según cuenta la historia, el senado le agradeció este gesto y en su honor se cambió el nombre del mes quintilis al de julio, y el de sextilis al de augusto, y ambos pasaron a tener una duración de 31 días. Los primeros ocho años de la era cristiana fueron, por lo tanto, los momentos en que se aplicó ya de manera fija el valor de 29 días al mes de febrero, en los años múltiplos de cuatro, y hasta el año 325, cuando se celebró el Concilio de Nicea, habían transcurrido 80 bisiestos.
Es muy probable que el mencionado concilio, llevado a cabo en el 325 d.C., sea parte de una secuencia, contada a partir del año 40 a.C., y que incluye los primeros 365 años de la Reforma juliana.
Los años anteriores a la era cristiana, que comprenden 47 periodos, de 365 días cada uno, no tuvieron bisiesto. Así se llega al cómputo de 1508 años, cifra clave para obtener el año trópico.
A los pocos años de su decisión de cambiar el calendario, Julio César fue asesinado y Roma quedó en total caos, de modo que la reforma se debió de haber puesto en marcha desorganizadamente. Quizá los encargados de llevarla a cabo no entendieron las instrucciones, y no fue sino hasta la llegada de César Augusto al trono cuando se restableció el calendario al estilo juliano.
Es posible que para los antiguos romanos no pasara inadvertida la fecha del fin del ciclo de 1508 años, ya que Sosígenes, como astrónomo que era, debía de tener pleno conocimiento de los grandes ciclos cronológicos. Esta fecha debió de haber sido el 27 de febrero del año bisiesto anterior a la era cristiana. Era un día viernes, dedicado a Venus.
El Concilio de Nicea
Después de la muerte de Cristo, por parte de judíos y romanos, la recién fundada iglesia Católica se vio en la necesidad de acordar, entre otras cosas, la fijación para la fecha de la Pascua florida o de Resurrección. En esa época, inicios del siglo IV de la era cristiana, existían dos iglesias bien definidas, la de Oriente y la de Occidente; la primera estaba representada por la iglesia Griega, actualmente ortodoxa, y la segunda por la Romana, actualmente católica, y ambas diferían en la fecha en la cual debían celebrar el mencionado rito.[2]
Precisamente, para unificar criterios, se realizó en el año 325 d.C. el Concilio de Nicea, donde se desplazó el equinoccio de primavera[3] del 25 de marzo[4] al 21 de marzo. También se determinó la festividad de la Pascua de Resurrección mediante la siguiente regla: la fecha debía corresponder al domingo posterior a la luna llena que aconteciera después del equinoccio de primavera.
Dionisio el Exiguo, Beda el Venerable y el inicio de la era cristiana
Corría el año 776 a.C., después de la primera Olimpiada, según los griegos, o el 754 a.C., después de la fundación de Roma, según los romanos, cuando un personaje, irrumpe en el tiempo y es el parteaguas de las cronologías occidentales. Su nombre, Jesús, hijo de María y de José, un matrimonio humilde que llevaría en su seno la figura que revolucionaría la manera de actuar de los seres humanos, al menos de una buena parte de ellos.
En el año 531 d.C., después de más de quinientos años del nacimiento de Jesús, Dionisio el Exiguo, un monje escita de origen armenio, determinó que los años tenían que contarse precisamente a partir de ese gran acontecimiento. Para tal cómputo se auxilió del ciclo de 532 años, conocido como el ciclo dionisiaco, que equivale a 28 ciclos metónicos, de 19 años cada uno.
Dionisio el Exiguo estableció que Cristo había nacido un 25 de diciembre.
Este célebre monje debió de saber acerca de la Reforma juliana y del Concilio de Nicea, sin embargo, tomó el 25 de marzo como el día de la Pascua de Resurrección de Cristo, y, por lo tanto, como referente para establecer el año de su nacimiento, pues se sabía que cuando murió estaba entrando a los 33 años.
Con este antecedente, Dionisio el Exiguo pudo datar históricamente la era cristiana. Posteriormente, en el siglo XVI, con la Corrección gregoriana, la fecha central del equinoccio de primavera volvió a ser el 21 de marzo. No es sino hasta la llegada, en el siglo VIII d.C., de san Beda el Venerable, anglosajón benedictino, poeta, historiador y teólogo, cuando se pone punto final a la discusión sobre el inicio de la era cristiana. Este estudioso de la astronomía y de las cronologías determinó que el año 1 d.C. corresponde a la fecha del inicio de la era cristiana, y el 1 de enero es el inicio del año, a diferencia de Dionisio el Exiguo, para quien el año comenzaba el 25 de diciembre. Es a partir de san Beda el Venerable, doctor de la iglesia Católica, como se empieza a datar la era cristiana a partir del 1 de enero del año 1.
La Reforma gregoriana
Casi 1300 años después del Concilio de Nicea dos grandes personajes de la época, Aloisius Lilius, distinguido profesor de medicina, quien también era físico y astrónomo italiano, y Chistopher Clavius, astrónomo y matemático jesuita alemán, quien era una autoridad de relojes de Sol, convencen al papa Gregorio XIII para que realice una nueva reforma al calendario, que sería la última pues con ella éste quedó estructurado tal como actualmente lo conocemos.
La Reforma gregoriana restituye artificialmente la fecha exacta para el equinoccio de primavera, el 21 de marzo, que por efectos del movimiento de precesión de la Tierra se había adelantado diez días a la fecha real, o sea el 11 de marzo; y, por otra parte, confirma también al 1 de enero como el inicio de los años de la era cristiana, a partir de la fecha dada para el nacimiento de Cristo.
Si bien el 24 de febrero de 1582 se reunieron Lilius y Clavius con el mencionado papa romano, no fue sino hasta el 4 de octubre de ese año que se anunció oficialmente la Reforma gregoriana, la misma que entró en vigencia al día siguiente. Por lo tanto, después del 4 de octubre de 1582 no siguió el 5 de octubre, sino el 15 de octubre del mismo año.
Esta corrección eliminó artificialmente diez días al calendario juliano, para que así el equinoccio de primavera volviera a caer el 21 de marzo, y no el 11 de marzo, y también para tener armonizado este calendario con el año trópico.[5]
Para la iglesia Católica el cómputo para el año trópico había concluido y dejó las instrucciones para que el equinoccio de primavera siempre se mantuviera en los márgenes del 21 de marzo, y que cada 400 años se eliminaran tres días. Cada cien años debía suprimirse un día bisiesto, excepto en aquellos años que fueran múltiplos de 400. Si se aplica esta regla, los años 1600 y 2000 sí fueron bisiestos, pero no lo fueron 1700, 1800 y 1900. La Reforma gregoriana pudo computar el año trópico a la cifra de 365.2425 días, un aproximado al dato contemporáneo de 365.2422 días.
[1] Existe disparidad en cuanto a la fecha en la que se realizó esta reforma, y por eso diversas fuentes no se ponen de acuerdo y mencionan que dicha reforma se llevó a cabo un año antes o un año después. Aún más, algunas fuentes señalan que no fue sino hasta el 40 a.C. que se concretó su puesta en marcha. Esta incertidumbre acerca de un hecho que debió de haber tenido fuertes repercusiones en el imaginario colectivo de entonces se comprende porque en ese periodo, gobernado por Julio César, se sucedieron violentos sucesos que culminaron con el asesinato de este personaje histórico, el cual sería reivindicado años después por su sobrino, César Augusto, en los inicios de la era cristiana. Quizá ésa sea la razón de peso por la cual se dispara el dato acerca de la Reforma juliana, cosa que al mismo César Augusto le preocupó, por eso en su momento restableció en cierto sentido el deseo de su tío, arreglar el calendario a un esquema de tipo solar.
Algunas fuentes mencionan que la Reforma juliana se realizó en el 40 a.C., y el 47± 1 a.C. solo fue la fecha en la que Julio César tuvo el encuentro con Cleopatra y Sosígenes.
[2] La iglesia Griega al parecer no aceptó la Reforma juliana al calendario y siguió llevando la cuenta de los años en periodos de 365 días cada uno, al estilo griego. De manera que al cabo de algunos años las fechas ya no coincidían entre griegos y romanos, porque éstos últimos incluían el bisiesto. En el Concilio de Nicea la iglesia Griega estaba desfasada por 80 días con relación a la cuenta juliana, lo que producía una disparidad en las fechas, pues al parecer un mismo día estuvo datado como 20 de mayo y 1 de marzo. Considero que el 20 de mayo está asociado a la secuencia griega, y el 1 de marzo a la juliana. En este sentido, resulta significativo el hecho de que se tenga registrado el 20 de mayo como la fecha en la que se realizó el Concilio de Nicea, y no el 1 de marzo, fecha anterior y próxima al 21 de marzo, momento en que se tenía que corroborar el equinoccio de primavera.
¿Por qué se tomaría la fecha griega para datar el Concilio de Nicea? Desde mi punto de vista, la iglesia Griega tuvo una gran influencia dentro de la ritualidad de la iglesia Romana. Y cómo no iba a ser así si el libro sagrado de la religión judeo-cristiana, la Biblia, estaba escrito en griego. Pero una razón de mayor peso lo representa el hecho de que la iglesia cristiana fue restituida por Constantino, quien tomó el poder del imperio de Roma, que estaba en decadencia, y desplazó su centro hacia Bizancio, una antigua ciudad fundada por los griegos cientos de años antes de la era cristiana. Este emperador romano cambió el nombre de Bizancio por el de Constantinopla, ciudad situada en la actual Turquía, donde estaba la antigua ciudad de Nicea, hoy llamada Iznik. Con esta acción Constantino trató de unificar las iglesias de Oriente y de Occidente, y Constantinopla se convirtió en la nueva capital del cristianismo hasta su caída por parte de los otomanos.
Los años previos al Concilio de Nicea fueron de una gran efervescencia religiosa, y de esta época son san Agustín, doctor de la iglesia Católica y uno de los primeros teóricos del tiempo, y Gregorio Magno, el primer papa de nombre Gregorio en el cual se inspiraría el papa Gregorio XIII, el autor de la Reforma gregoriana, casi 1260 años después del referido cónclave.
[3] En este punto hay que notar que del 1 de enero al 21 de marzo hay 80 días. Y si el 1 de enero del inicio de la Reforma juliana correspondía al equinoccio de primavera, esto quiere decir que durante el Concilio de Nicea se restableció la fecha del equinoccio en la fecha original en la cual se celebraba dicho acontecimiento astronómico solar.
[4] Del amanecer al mediodía del 31 de marzo del año 1 se observó una conjunción inferior venusina. Al llegar al atardecer del sábado 21 de marzo del año 33 se volvió a dar otra conjunción. Para el año del Concilio de Nicea, en el 325 d.C., la primavera cayó domingo 21 de marzo, y no el 25 como lo marcaba la tradición. El recuerdo de aquella conjunción del año 33 asociada a la resurrección de Jesucristo fijó el equinoccio de primavera el 21 de marzo. Resulta reveladora la discrepancia calendárica entre el sábado, día dedicado a Saturno, o Cronos, y el domingo, día consagrado al Sol, para la fecha de descanso entre judíos y cristianos. Pero esto se explica porque esos días están referidos a los años 33 de la edad de Cristo y 325 del Concilio de Nicea, respectivamente. El pueblo judío tomó como referencia el año 33, y por tal motivo hicieron del sábado su día de descanso; y los cristianos de los inicios de la iglesia Romana hicieron lo propio con el domingo, día que recuerda la resurrección de Cristo.
[5] La diferencia con el año trópico hasta aquella época no era de diez días, sino de trece. Surge, entonces, la pregunta, ¿a dónde fueron a parar los tres días restantes? Estos tres días no se consideraron porque no se tomó en cuenta la fecha del inicio del calendario juliano, en el 40 o el 47 a.C., sino que se estimó como referencia el año 325 d.C., cuando se realizó el Concilio de Nicea, donde se fijó el 21 de marzo como la fecha para la Pascua. Esta festividad, importantísima para la ritualidad cristiana, se arregló, pues, artificialmente, porque el domingo más cercano al equinoccio de primavera estaba precisamente el 21 de marzo. Por lo tanto, el equinoccio de primavera fue el punto referencial para realizar la corrección gregoriana. Del año 325 d.C. hasta el año 1582, fecha de la Reforma gregoriana, existieron casi 1260 años, periodo en el cual la duración del año juliano se adelanta por casi diez días al año trópico.